Así que buscaremos seguir unas reglas para resolver nuestros problemas. La primera debe ser cuestionar todo lo que sabemos acerca de ellos porque toda creencia previa puede ser "parte del problema", hemos de enfrentarnos a él como si no fuese con nosotros, como si "fuésemos nuevos". Como si fuera la primera vez y nadie nos hubiese dicho que esos inconveniente que nos generarán inquietud. De esta manera buscaremos la solución no tanto en lo que ocurre, sino en lo que pensamos que ocurre. Al no asumir que ya sabemos lo que está pasando, si es bueno o malo, nos abrimos a otras formas de contemplar la situación. Solo los juicios acerca de un problema hacen que este sea difícil de resolver.
Preguntarse cuál es su verdadero sentido y no dar nada por hecho conduce a un nivel de pensamiento nuevo que puede proporcionar una solución muy creativa, o como mínimo diferente a la habitual, si me digo que ya sé lo que está pasando, me veo obligado aplicar las recetas de siempre. Pero si lo que busco es una solución definitiva, tal vez debería preguntarme cuál es el verdadero problema o qué cambio necesito para que esto no lo sea nunca más. Para escapar definitivamente de los conflictos se deben cuestionar los sistemas de pensamiento que los mantiene activos, ya que al no hacerlo solo conseguimos protegerlos, perpetuarlos y mantenerlos sin solución.
"Ningún problema puede ser resuelto en el mismo
nivel de conciencia en el que se creó”
Albert Einstein
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Lo que es seguro es que el mero entendimiento intelectual del problema y de sus causas no es suficiente para resolverlo. Es necesario descubrir dónde está la resistencia a solucionarlo, o, como se suele decir, a soltar y dejar a un lado lo que nos inquieta.
Para acabar, y saliendo del laberinto de los conflictos, vale la pena recordar aquel viejo adagio que dice: “No hay problemas, solo hay soluciones que no gustan”.
¡Un fuerte abrazo para tod@s de Helen!
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